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jueves, 25 de julio de 2013

28 de Julio Domingo XVII del tiempo ordinario Lc 11, 1-13


Estaba Jesús orando en cierto lugar
Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos
Santificado sea tu nombre,
Venga tu reino
Danos cada día nuestro pan del mañana
Perdónanos nuestros pecados, porque también perdonamos a todo el que nos debe algo
Y no nos dejes caer en la tentación
 
Estaba Jesús orando en cierto lugar. No habla del templo, ni de un monte. Mas parece que indica cualquier lugar.
 
Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos. La influencia de Juan, el profeta austero y tremendista, no solo en Jesús sino en algunos seguidores es evidente y duradero. Jesús lo admiró y respetó.
 
Santificado sea tu nombre. El nombre de algo o de alguien indica su identidad. Desde nuestra pequeñez, sólo Dios aparece como primordial e imprescindible.
 
Venga tu reino. Mientras no venga tu reino, no habrá paz, ni libertad, ni convivencia. Sin ti, no habrá esperanza en las guerras, ni en las hambrunas ni en el mundo. Sin ti se multiplicarán los falsos dioses, falsos reyes y falsos profetas. Los humanos hemos creado, o nos hemos sometidos a reinados de diferentes pelajes: unos en nombre de su aparente poder; otros ante el poderío de sus armas; otros en nombre de promesas. Fraudes con fuegos de artificio. ¡Venga tu reino!
 
Danos cada día nuestro pan del mañana. (“Nuestro pan del mañana dánoslo cada día”) Pan real y pan símbolo de todo lo que necesitamos para vivir. No nos basta comer hoy. El mañana vale tanto como el hoy. Hemos nacido desnudos, pobres de futuro incierto. No tendremos pan ni paz mientras nuestro futuro no esté cubierto. El hombre no es sólo el hoy. Es también el ayer y el mañana.
 
Perdónanos nuestros pecados, porque también perdonamos a todo el que nos debe algo. Estamos dispuestos a perdonarnos todos si Tú nos perdonas a todos. Y así, Tú y nosotros, nosotros y Tú fabricamos la Paz. Si nos perdonamos las deudas entre nosotros ¿cómo no nos perdonarás Tú las deudas que tengamos contigo? ¡Cómo nos atreveríamos a pedir tu amor si no hacemos más que archivar las facturas que nos deben los demás!
 
Y no nos dejes caer en la tentación. La tentación que nos arrastra es el abandonar. Cansarse de caminar junto a Jesús. Abandonar el arado por falta de fe; abandonar porque se nos acabó la esperanza; O no nos fiamos de la palabra de Jesús o ya no nos fiamos de nosotros.

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