Conferencia Episcopal de
Guatemala
CONSTRUYAMOS EL PAIS EN LA PAZ Y LA FRATERNIDAD
Introducción:
Los Obispos de Guatemala y los administradores
diocesanos concluida nuestra Asamblea Plenaria Anual, con ánimo agradecido a
Dios, nos dirigimos a todos los creyentes en Cristo Jesús y a quienes como
nosotros quieren construir un país en paz y fraternidad.
En esta asamblea hemos elegido a quienes
ocuparán diversos cargos en el seno de la Conferencia, reestructurado las
comisiones episcopales y discernido la realidad que vive nuestro país, para
cumplir con nuestra tarea pastoral de orientar y animar a hombres y mujeres de
buena voluntad.
I. Nuestro discernimiento pastoral:
1.
Como muchas veces lo hemos señalado, nuestro país desde hace años enfrenta
grandes desafíos, afronta una grave problemática humana, personal y
comunitaria, y expresa un profundo deseo y voluntad de alcanzar una vida plena.
Algunas señales de esta grave problemática
han sido mencionadas por el Papa Francisco en su Mensaje del pasado primero de
enero: “el egoísmo que se desarrolla
socialmente tanto en las múltiples formas de corrupción ….como en la formación
de las organizaciones criminales, el drama lacerante de la droga con la que
algunos se lucran despreciando las leyes morales y civiles, la devastación de
los recursos naturales y la contaminación, la tragedia de la explotación
laboral, la
especulación financiera, la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, la abominable trata de seres humanos, los delitos y abusos contra los menores, la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad, las desigualdades entre personas y grupos, la pobreza e injusticia, el consumismo materialista”, la violencia salvaje todavía no dominada.
especulación financiera, la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, la abominable trata de seres humanos, los delitos y abusos contra los menores, la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad, las desigualdades entre personas y grupos, la pobreza e injusticia, el consumismo materialista”, la violencia salvaje todavía no dominada.
2.
Ellas son el fruto de la falta de una verdadera
apertura a Dios, que “tanto ha amado al mundo que envió a su Hijo Unigénito
para salvarlo” ( cfr.Jn 3,16), como también las manifestaciones de un proceso
deshumanizador que hunde sus raíces en el olvido del prójimo, como “mi hermano
y hermana” y promueven una mentalidad de
la indiferencia y desprecio hacia los más pobres y vulnerables.
Este proceso deshumanizador se da
contradictoriamente en un país en el que la mayoría se considera creyente en
Cristo Jesús.
3.
En este mensaje no queremos insistir sobre lo que
siempre hemos denunciado como opuesto al plan de Dios que quiso que su Hijo se hiciera uno de
nosotros para darnos vida y dárnosla en abundancia, pero no podemos dejar de
mencionar que en el momento actual la percepción común es que vivimos en un país de contradicciones,
de polarizaciones, de antagonismos y conflictos, de descontento y
desilusión que deben ser resueltos con celeridad para evitar caer en
el fondo del abismo de la desesperación.
4.
En este contexto tres cuestionamientos nos preocupan
grandemente y queremos compartirlos:
a)
¿Podremos con nuestras fuerzas vencer estas realidades negativas que impiden
que alcancemos la paz?
b)
¿Cómo llenar las profundas ansias de una vida
plenamente humana de los guatemaltecos y guatemaltecas?
c)
¿Qué debemos hacer los creyentes en Jesús y todos
cuantos tienen buena voluntad para ajustar la realidad guatemalteca al Plan de
Dios?
II.
Nuestra respuesta desde el Evangelio:
5.
Dios es nuestro Padre. Un Padre amoroso y
providente que nos ama con “un amor
personal, puntual y extraordinariamente concreto por cada ser humano
(Mt.6,25-30).Una paternidad por tanto que genera eficazmente fraternidad ,
porque el amor de Dios cuando es acogido, se convierte en el agente más
asombroso de transformación de la existencia y de las relaciones con los otros
, abriendo a los hombres a la solidaridad y a la reciprocidad” (Papa Francisco,
mensaje del 1 de Enero, 2014).
6.
El amor de Dios manifestado en Jesús, que entregó su
vida totalmente por la humanidad y pasó
por este mundo haciendo el bien, es la fuerza poderosa que vence el mal y hace
que seamos hijos del mismo Padre. Jesucristo es quien ha derribado los muros de
la insolidaridad, del egoísmo, de la enemistad y del odio. “Quien acepta la
vida de Cristo y vive en El reconoce a Dios como Padre y siente el llamado a vivir una fraternidad
abierta a todos. En Cristo, el otro es aceptado y amado como hijo o hija de
Dios, como hermano y hermana y no como
un extraño, y menos aún como un contrincante
o un enemigo” (Papa Francisco, ibídem).
Este es, en el
momento actual, el gran reto y desafío que los cristianos tenemos en Guatemala:
emprender el camino de la
fraternidad que es el camino de
la paz verdadera, fundamentada sobre la Fe, justicia, la verdad, la libertad y
la solidaridad.
Qué hacer para emprender este camino?
7. Para responder a este reto
queremos recordar que el espíritu de
fraternidad se expresa en tres deberes fundamentales, que al cumplirlos
lograremos crear un porvenir de progreso y bienestar para todos y todas.
a) El
deber de solidaridad: este deber exige
compartir, ayudar a los más necesitados, e incluye “la asistencia, promoción,
liberación y aceptación fraterna” ( Beato Juan Pablo II, Iglesia en América No.
58) de quienes son los más
desfavorecidos, muchas veces considerados inútiles y son marginados y excluidos
de condiciones de vida acorde a su naturaleza de personas: los campesinos sin
tierra, los indígenas discriminados, las
mujeres abandonadas que también son víctimas de la violencia, las familias
empobrecidas y desintegradas, los ancianos, los desempleados, los jóvenes sin
oportunidades, las madres solteras, los enfermos sin asistencia médica, los
niños y niñas desnutridos, los que no tienen que comer, y tantos otros que
sufren las consecuencias de la pobreza y miseria.
b) El
deber de justicia social: implica
cumplir con las obligaciones ciudadanas exigidas por un Estado de derecho
fundamentado en los valores éticos, en la justicia y realizar cada quien el rol
que ocupa en la sociedad:
-
los diputados al
legislar en favor del bien común sin perder el tiempo en polémicas inútiles y
sin caer en la tentación del dinero que
compra conciencias;
-
el poder
ejecutivo en la búsqueda del bien común y de un nuevo modelo de desarrollo que
satisfaga las necesidades de los más pobres, con un oído atento a las demandas
de la población que pide ser escuchada y
no criminalizada;
-
el organismo
judicial al poner verdaderamente la
justicia como el principio rector de sus
acciones y decisiones sin ceder a presiones ni intereses de ninguna clase;
-
el empresariado
que con una mentalidad abierta y realista favorezca un desarrollo inclusivo, sin acaparamientos de riquezas ni
ambiciones desmedidas, en el respeto al medio ambiente y en la práctica de la
justicia en las relaciones laborales;
-
quienes tienen la
obligación de garantizar la seguridad de los ciudadanos en una vida recta y
coherente con los principios morales del respeto a la vida y a la verdad;
-
los trabajadores
en el cumplimiento exacto y respetuoso de sus
obligaciones;
-
los terratenientes en la práctica del principio
básico que Dios hizo todo para todos;
-
la sociedad civil
que en sus protestas legítimas no recurre a la violencia ni a medidas de hecho
que afectan los derechos de otros ciudadanos.
En una palabra este deber de justicia
social abarca todas las actividades y funciones de quienes formamos esta
sociedad guatemalteca, incluidos quienes tienen deberes pastorales en su
condición de clérigos o de pastores de denominaciones cristianas no católicos,
al ser promotores de la unidad y el respeto mutuo.
c)
El deber de caridad universal: este deber “implica la
promoción de un mundo más humano para todos, en donde todos tengan algo que dar
y recibir, sin que el progreso de unos sea un obstáculo para el desarrollo de
los otros” (Pablo VI, El desarrollo de los pueblos, 44).
Estamos convencidos que el cumplimiento de
estos tres deberes promoverá una sociedad guatemalteca en paz y bienestar.
Al finalizar este comunicado, nuestro deseo y
oración, al mismo tiempo que exhortación es este: creamos con firmeza y vivamos
de acuerdo a ello, que “la relación fraterna con el prójimo constituye el bien
más preciado “(Papa Francisco, ibid.) Descubramos, experimentemos,
testimoniemos y amemos la fraternidad. Es nuestra vocación.
En palabras del Papa Francisco: “ en la
apertura a Aquel que ama a cada hombre y a cada mujer, la política y la
economía conseguirán estructurarse sobre la base de un auténtico espíritu de
caridad fraterna y podrán ser instrumento eficaz de desarrollo humano integral
y de paz”.
Santa María, que abrió totalmente su vida al
Plan de Dios, nos anime a seguir su ejemplo e interceda por nosotros para tener
la fuerza de hacerlo.
Guatemala, 31 de
enero de 2014.
? Rodolfo Valenzuela Núñez
Obispo de la Diócesis de La Verapaz
Presidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala
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? Domingo Buezo Leiva
Obispo Vicario de
Izabal
Secretario General de
la
Conferencia Episcopal de Guatemala
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